Susy, (una conmovedora Stella Matute) ya
mayor, recuerda su pasado familiar e intenta, a como de lugar, repetir sus
rituales y costumbres. Entre ellas, el homenaje anual a Frederic Chopin cada 17
de Octubre, desde su juventud hasta la actualidad. Recuerdos que comparte con
el vigilante de la plaza (Daniel Dibiase), el personaje que interpreta al
hombre común con el enano fascista
siempre a flor de piel, esperando el mínimo estímulo para
manifestarse y con Frank, un gran papel
de Claudio Pazos, hombre idealizado en su juventud y que ahora vuelve anciano y
sin recordarla. En esta remembranza aparece la típica clase media porteña,
tilinga, aspiracional, con su mirada en Europa y sin registro de lo que sucede
alrededor, el rol pasivo de la mujer cuyo destino está atado al de otro hombre
y ese sector de la sociedad desclasado y autorreferencial. Con una escena que
define el tono general, cuando la madre y la hermana de Susy (Amancay Espíndola
y Branda Fabregat) ven desde su ventana la manifestación popular del 17 de
Octubre de 1945 y la confunden con un homenaje a su músico predilecto, para que
luego su padre,(Leonardo Odierna) les avisara que es otra cosa, el anarquista
ve "el avance de hordas".
Escrita por Roberto Tito Cossa, esta obra,
hija y heredera de Teatro Abierto y su prédica anti fascista contiene en su
texto varias capas de cebolla, interpretaciones múltiples.
La elección de contar pasado y presente a
la vez deja una tarea compleja para el director, dificultad que Norberto
Gonzalo resuelve con maestría. La escenografía y el vestuario a cargo de
Alejandro Mateo, sumerge al espectador en el universo a contar. Y para colmo de
lujos, la música es interpretada en vivo por Gerardo Amarante.
Una obra con características de clásico que
resiste el tiempo porque parece describir la actualidad, nos recuerda que si no
conocemos nuestra historia, nos repetimos. Y al decir poético de Tito Cossa, si
descuidamos al pueblo, este termina bailando con el fascismo.
Leandro Ibañez
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