jueves, 7 de marzo de 2024

Cuando se acciona contra uno mismo, por Agustina Ledesma

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El 17 de octubre de 1849 en París, la capital de Francia, falleció Frédéric Chopin, un pianista y compositor referente del romanticismo musical. Casi cien años más tarde en Villa del Parque, provincia de Buenos Aires, una familia espera ansiosa cada aniversario para conmemorar toda su obra.

Resulta difícil resumir lo que Ya nadie recuerda a Frédéric Chopin intenta transmitir. No por la complejidad de la obra, sino más bien por la multiplicidad de significados y apreciaciones que pueden resultar de ella. Marcada por las huellas temporales, creencias arraigadas y las mentiras que una persona hace y se dice constantemente logra retratar gran parte de la esencia de la sociedad argentina.

El escenario presenta una sala de estar de una casona de clase media típica de Villa del Parque, donde transcurre gran parte de la historia, y una sección de la plaza del barrio sin trazar un límite claro entre ambas. Logra una escenografía muy cuidada resaltando los detalles de época y en donde es imposible distinguir dónde finaliza un espacio y donde comienza el otro. Estos bordes difusos entre fantasía y realidad son extrapolados por el guion exigiendo a las actuaciones una versatilidad y flexibilidad física y emocional que el elenco fue capaz de realizar. Particularmente resulta imposible no destacar el trabajo morfológico de Stella Matute y Claudio Pazos a través de los saltos temporales.

Sin caer en lugares comunes logra una oda a la nostalgia que genera calidez tanto por su familiaridad, como por los pequeños detalles que hacen al todo. Las melodías del piano tocado en vivo, los colores acogedores y la iluminación recreaban un recorte perfecto de un momento del país.

Existe algo sustancial en el hecho de mezclar fechas, en esa contraposición de lo popular de la fecha peronista y lo elitista y aspiracional de conmemorar a Chopin en un barrio que poco lo representa, que se enriquece por las ausencias y por los momentos de humor. Es eso que surge al pensar a la Patria con categorías que no solo no le son propias, sino que son extraídas de sociedades que le son ajenas.

En su segunda temporada, la obra dirigida por Norberto Gonzalo invita a repensar el pasado, ser conscientes del presente y tratar de vaticinar las acciones que pueden llegar a crear un futuro mejor. Es por este motivo que al final de la función se propuso un debate. Rememorando y evocando al movimiento de Teatro Abierto se propuso una conversación moderada en esta ocasión por Fernando Borroni. Función a función irán variando los moderadores invitados. El fin es poder hablar sobre cultura y poder observar el presente con otras miradas. Una forma entretenida, movilizadora y profunda de transitar los tiempos poco gratos que transcurren.

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